No tenemos ninguna alegría que no haya sido catalogada. Hemos
tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra salvación para no
avergonzarnos de ser inocentes. Hemos disfrazado con el pequeño
miedo al gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que
realmente importa. Hemos sonreído en público de lo que no
sonreiríamos cuando nos quedásemos solos. Nos hemos temido el uno
al otro, por encima de todo.
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